Se pellizcó varias veces las patas,
que antes habían sido sus brazos, para asegurarse completamente de
que no estaba soñando. Después de unos minutos, decidió hacer algo
para solucionar lo que le estaba pasando. Lo primero que hizo fue
llamar a su jefe para decirle que no iría a trabajar. Después llamó
a su amigo Luis, que es médico, y pensó que sería el único que
podría ayudarlo sin pensar que se estaba riendo de el.
En cuanto Luis llegó a casa de su
amigo se quedó paralizado:
-¿Qué te ha pasado?-exclamó Luis
medio riendo medio sorprendido.
-¡Eso me gustaría saber a mi! Me he
despertado así esta mañana.- contestó un poco enfadado Gregorio.
Gregorio observó como su amigo se
acercaba a el con cuidado, intentando aparentar normalidad, y
examinaba sus patas, su duro caparazón y sus largas antenas. En ese
momento Gregorio se paró a pensar en porque le pasaba esto a el, que
era una persona buena que nunca tenía problemas con la gente que le
rodeaba y que nunca le había deseado el mal a nadie, se preguntó si
a alguien se le ocurriría desearle algo así a alguien por mucho que
lo odie. Nadie se merecía pasar por lo que el estaba pasando.
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